martes, 26 de mayo de 2009

Nicolás parte (?)

[...] Pedí un taxi, pues era tal el jaleo que había montado en el aeropuerto que no me atreví ni a cruzar la terminal entera. Había cientos de manifestantes, hippies al fin y al cabo. No me detuve ni un segundo para entender en contra de que iban esta vez. Si hay algo que realmente odio son los pelotones de cientos o de miles de progres lanzando gritos al espacio para intentar solucionar cualquier gilipollez, que pocas veces, por cierto, consigue sorprenderme. Mucho ruido y pocas nueces, porqué al fin y al cabo, cuando alguien está a disgusto con su vida social, profesional o con su moralidad, toma decisiones. Yo si que he tomado una decisión. Mi vida social: un cornudo, mi vida profesional: me echaron del trabajo, mi moralidad: por suerte, no tengo. Y aquí estoy en dentro de un taxi parisino yendo hacia el barrio latino. Justo allí había encontrado un pequeño hostal llamado “L’Hostal des Artistes”. Tenía pagada cuatro noches, tiempo necesario como para encontrar cualquier cosa. El mamón del taxista me cobró cuarenta euros. Eso me pasa por mi acento español, lo sé. El taxista era chino, no sé si de la China o de que parte, y por favor que nadie se escandalice ni me juzgue por no saber de que punta del continente asiático era. El caso es que los chinos son muy así. Jamás he visto un chino generoso. Su misión en esta vida es copiar a los europeos para después putearles. En el trabajo me ofrecieron una traducción de un catálogo de treinta y seis páginas. Decidí cobrar cinco euros por página, nada caro por cierto. A los tres días, cuando tenía casi el trabajo terminado, Yong Min, mamón donde los haya, tenía todo el catálogo traducido y le pidió la mitad al jefe. Mi trabajo a la mierda y su ojo derecho también. Esa fue la causa de mi despido. [...]

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